Las palabras de la vicealcaldesa de Oviedo, en donde criticaba los 350.000 euros regalados por el anterior gobierno del PP a la fundación privada Príncipe de Asturias (ahora Princesa), han causado un enorme revuelo entre quienes defienden la celebración de los premios princesa de Asturias, y quienes los critican.
A estos últimos conviene recordarles que los responsables de la Fundación ya hablaban de ir haciendo los premios itinerantes por Asturias desde hace años, y que si buena parte de los actos los hacen en Oviedo es porque los ovetenses se los pagamos. Personalmente prefiero que mi dinero se vaya a labores sociales, y no a que multimillonarios como Woody Allen o personas similares que nunca han dado un palo al agua paseen palmito por la ciudad, o se compren estatuas a personajes de postín por el simple hecho de ser famosetes y de gustarle al alcalde de turno.
También hablan quienes defienden estos premios que son un gran escaparate para la ciudad, y de hecho argumentan que los beneficiarios principales son la hostelería. Pero ni a mí ni a nadie nos han dado empleo por celebrarse esos premios, y de hecho no creo que haya nadie que conozca a alguna persona que haya conseguido un trabajo gracias a los premios princesa de Asturias. Excepto los propios trabajadores de la Fundación, claro, que son quienes se lo llevan calentito.
Parece ser que aún muchos continúan con el pensamiento arraigado de las fascistas políticas del PP (no digo que el PP sea fascista, digo que sus políticas lo eran, al menos en Oviedo). En lugar de intentar enriquecer a Oviedo como ciudad industrial, creadora de empleo y oportunidades, algunos quisieran verla convertida en ciudad de camareros, que es poco menos lo que la han convertido todos los años de la mala recordada época del gabinismo.
Me parece loable, imprescindible e incluso de justicia humana las palabras de Ana Taboada defendiendo un modelo de ciudad (y sociedad) más humanitaria e igualitaria. Lógicamente, enseguida han replicado de la Fundación al verse amenazados sus privilegios y prevendas. Como en todas las cosas, nunca llueve a gusto de todos y, en este caso, a gusto de los burgueses.