"Oviedo la ciudad más limpia de España", se jacta en repetir incansablemente el ayuntamiento de la capital de Asturias. Me pregunto: quién y a dónde se llevan a los inspectores o jueces que deciden semejante galardón, ¿se los llevan a un bar? ¿Al Reconquista? ¿A un paseo por la villa Magdalena? Porque está claro que por la ciudad no se los llevan. No se los llevan al "meatorio público" del paso subterráneo de San Lázaro, lleno de orines un día sí y otro también, o, como en el caso que nos ocupa, tampoco se los llevan al "palomar" situado bajo la carretera que da acceso a Fitoria, en el barrio de Pumarín.
Allí, bajo el puente, se reúnen a veces cientos de palomas haciendo sus deposiciones sobre las cornisas, o "cagando" (hablando en plata) sobre el incauto paseante que se ha creído aquello de la "ciudad más limpia" y acaba llegando a su casa con el excremento del animal de recuerdo.
No digamos ya el alboroto, ruido e insalubridad del lugar (las palomas son transmisoras de múltiples enfermedades, y sus deposiciones resecas sueltan un polvillo altamente alérgeno e irritante). A todo esto se unen los restos de plumas que se pegan por todos lados y que le da al lugar un aspecto asqueroso. Sí, esto ocurre en pleno Oviedo, "la ciudad más limpia"... se atreven a decir algunos. Pero limpia de cara para afuera, bajo las alfombras todo está lleno de montones de polvo.
